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19 mar 2013

La nueva historia de Venezuela - Juan Carlos Méndez Guédez


En Venezuela no había nada. Es decir, estaban los ricos y estaban los pobres. Los ricos eran todos rubios, de ultra derecha, nazis, clasistas, frívolos, y del otro estaban los pobres, que eran indios, negros y mestizos.
Sólo los ricos podían estudiar, sólo los ricos tenían derecho a transitar por la calle y a tener futuro. Esto era tan así, que en los cincuenta y sesenta, miles y miles de millonarios excéntricos españoles, italianos, portugueses, decidieron mudarse a Venezuela. Lo hacían por el clima, porque en aquel país no había ningún futuro para alguien que desease progresar con su trabajo, porque todo era de los ricos, que ya se sabe, eran nazis, frívolos, malvados. Lo mismo sucedió con los cientos y cientos de exiliados chilenos y argentinos y uruguayos que llegaron en los setenta/ochenta, todos debieron hacerse pasar por millonarios de vacaciones, porque en aquel mundo de nazis hubiese sido imposible que se les recibiese con solidaridad, que pasasen a formar parte del entramado universitario y cultural que generaciones enteras se beneficiasen de sus conocimientos y su talento.
Pero un día el hijo de unos humildes trabajadores que militaban en el partido de la derecha (obligados, claro, porque los obligaban los ricos) se disfrazó de rubio, y millonario y así entró a la Academia Militar, y disfrazado comenzó a conspirar para que los pobres pudiesen salvarse. Y los engañó muy bien porque fue ascendiendo de rango y en febrero del 92 dio un golpe de estado contra el gobierno de los ricos, e inventó una heroica táctica militar que consistía en esconderse en un museo mientras los soldados morían en las calles combatiendo entre ellos.
Y ese día salió en la tele y se quitó frente a todos la máscara de rubio rico y se vio que era un mestizo humilde que venía a salvar a su pueblo. Estuvo preso un tiempo, pero fue liberado por los ricos malvados y se lanzó a unas elecciones y las ganó porque por primera vez desde que existía la falsa democracia de los ricos se contaron los votos uno a uno.
Así el nuevo padre de la patria de los pobres se hizo Presidente. Y comenzó a construir universidades ( la Universidad Central de Venezuela le quedó preciosa), y construyó hospitales, y fundó orquestas para los niños pobres, y hasta el metro lo construyó él, y le quedó precioso, y carreteras, y campañas de vacunación, y preciosas editoriales como Monte ÁVila y Biblioteca Ayacucho, y luego alfabetizó a los pobres porque hasta ese momento no sabían leer ni escribir, para que pudiesen usar los cientos de universidades gratuitas que él había creado.
Pero como los millonarios rubios nazis no lo querían el país comenzó a sufrir apagones constantes, y los automercados se vaciaron de alimentos, y en las farmacias era difícil encontrar medicinas, y en las calles cada año unos 20 000 venezolanos de la oligarquía se suicidaban haciendo ver que eran víctimas de la delincuencia armada por las fuerzas del estado o las fuerza paraestatales, e instigada por la impunidad y la negligencia de un poder judicial que estaba demasiado ocupado persiguiendo a los rubios nazis.
Y el nuevo padre de la patria de los pobres sufrió una revuelta militar después de que unos oligarcas se hicieran pasar por masacrados en una marcha, y estuvo 48 horas detenido hasta que lo rescató un general bueno llamado Baduel, que después se volvió malo y ahora está preso.
Y ahora sí hay democracia, democracia de verdad, pues en elecciones el gobierno de los pobres y los militares que cuidan a los pobres utilizan todo el dinero del estado en salvar a los pobres llevándolos a votar en las maquinitas que controla el propio gobierno y donde no se cuenta el cien por ciento de los votos. Así no hay peligro de que los ricos rubios nazis puedan cambiar los resultados, y si eso pasara los propios militares dicen que ellos sólo reconocerían al gobierno de los pobres.
Pero un día el nuevo padre de la patria se enfermó. De tanto trabajar para los pobres, y por un rayo láser del imperio que le inoculó la enfermedad. Y fueron a llorarlo gente de los países, líderes buenos como Daniel Ortega y el presidente de Irán, y en España la gente de ETA lamentó mucho su muerte, porque el Padre de la Patria tenía un montón de luchadores vascos acusados por los ricos rubios nazis del mundo de asesinar personas.
Y así fue. Y así será. Por siempre". Juan Carlos Méndez Guédez

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