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27 jun 2014

¿La salida es entonces electoral? por Ángel Oropeza

Digámoslo de arrancada: no. O, para ser más precisos, no sólo electoral. Porque en nuestro país "lo electoral" se percibe generalmente como sólo referido al día del acto comicial. Aquello de levantarse temprano, hacer la cola frente al centro de votación, marcar la elección en una máquina, mancharse el dedo con tinta y regresar a la casa a esperar resultados. Si eso es sólo lo "electoral", es fácil entender la reticencia de mucha gente sobre que la salida vaya por allí. Entonces, ¿cuál es la estrategia a seguir?

Pues bien, hay que usar los dos adjetivos para describirla: la estrategia es simultánea e indivisiblemente política y electoral. En otras palabras, una estrategia de decidida y sistemática acción política que tiene su necesaria e irrenunciable expresión electoral. Si no incluye las dos cosas, pues simplemente está condenada al fracaso.

La diferencia entre una estrategia político-electoral y una "sólo electoral" es fundamental. Porque si no se hace desde ya el trabajo político necesario, lo electoral no conducirá a mucho. A la oposición le podrán dar hasta los 5 rectores del CNE, pero ello no serviría de nada si no se ha hecho el trabajo político previo de organización y crecimiento popular.

Con todo el respeto que merecen quienes siguen todavía defendiendo "salidas" ya demostradamente inútiles, hay que insistir hasta el cansancio que el único trabajo político que realmente funciona es reanimar y vigorizar la conexión con las organizaciones populares, acompañar y hacer conectar entre sí las manifestaciones de protesta social y de lucha por los cada vez más vulnerados derechos del pueblo, reagrupar y fortalecer las fuerzas internas democráticas, y colaborar con la despolarización y el acercamiento entre los venezolanos, para hacerlos más fuertes frente a un gobierno que los golpea diariamente y sin clemencia.

Esa estrategia incluye -y hay que decirlo con valentía- prepararnos desde ya para el reto de las elecciones parlamentarias de 2015. Mucha gente le parece antipático y hasta chocante que se hable de esto, y que esperar hasta allá es demasiado. Lo cierto es que -al menos en el guión de lo previsible- es la crucial consulta electoral del año que viene la que puede decidir una nueva conformación de los poderes públicos y la viabilidad de un eventual revocatorio de Maduro en el 2016. Porque esto también hay que decirlo claro: si no se gana el año que viene, olvidémonos de revocatorio y resignémonos a tener a Maduro hasta el 2019.  En consecuencia, no se trata de "esperar", sino  de centrarnos todos desde ya en la tarea de transformar el enorme descontento social que existe en una formidable fuerza política que haga indetenible el cambio en la conducción del país. Esta es la ruta. Hay que hacer peso frente a un gobierno que se debilita cada día más, y que pierde apoyo popular a paso de vencedores. Un gobierno es fuerte cuando su poder se basa en su autoridad moral y en su capacidad de lograr obediencia, no sólo acatamiento. Y este gobierno es tan débil que su única fuente de autoridad es su capacidad de represión.

Hoy en día, el madurocabellismo puede amenazar, prohibir, reprimir, encarcelar, torturar, violentar los derechos humanos, perseguir y sembrar terror a diestra y siniestra, pero lo que seguramente no podrá logar, si hacemos las cosas bien, es ganar elecciones. De hecho, lo que realmente le preocupa no son las alicaídas guarimbas ni las amenazas de "marchas sin retorno" al estilo Escarrá, sino la pérdida de su mayoría electoral. Por eso, quienes estamos cansados de esta pesadilla devenida en gobierno, y no queremos esperar más, no debemos permitir que se repitan los carísimos errores y atajos del pasado que resultarían en un fortalecimiento del gobierno y extenderían lamentablemente su permanencia en poder.

La ruta es trabajar todos los días para que los venezolanos asocien sus innumerables penurias y tragedias con el gobierno que es quien las genera. No separar las protestas sociales de las políticas, que es una forma de hacerle un favor al régimen. Porque cuando la gente tranca una vía por falta de agua, o los conductores de transporte público paralizan el tránsito porque le asesinaron a un compañero, o los pacientes reclaman a las puertas de los hospitales su derecho a no morirse antes de tiempo, todas son protestas contra el gobierno. Acompañar estas expresiones de molestia, identificarse con los problemas y las luchas del pueblo explotado, que la gente sufra menos y sepa que hay quien la defienda, es la única ruta que funciona.

Cuando logremos transformar la enorme molestia social en apoyo político a la causa del cambio, y repolaricemos al país, ya no entre partidarios del gobierno y de la oposición, sino entre las víctimas de la crisis y sus beneficiarios, el cambio será simplemente inevitable. Lo demás es una trampa.

@angeloropeza182
Publicado en ElUniversal.com
El miércoles 25 de junio de 2014

16 jun 2014

Chatanicidio por Laureano Márquez

Lo de Chataing no es nuevo. Ha sucedido muchas veces en nuestra historia la censura y persecución del humor. También esta semana la excelente comediante Ale Otero rindió declaración. Zapata, Rayma, Weil, Edo, Gilberto González y los que participaron en aquel acto cultural en apoyo a Capriles que tanto impactó causó, han tenido algún inconveniente. Norkys Batista no puede tener sus celebrados orgasmos en ningún hotel del Estado, en los cuales tampoco podemos dormir ni trabajar los humoristas. Hay líneas áreas que tiene listados de personas -entre las cuales hay humoristas- que no pueden tomar sus vuelos. Ha habido periódicos multados por artículos de humor. El humor politico desaparecio de la television. En fin, la lista de agravios y sanciones es larga. Como se apuntaba al comienzo, esto es usual en la historia venezolana. Desde el propio comienzo de nuestra vida republicana, cuando los adulantes del noble presidente Carlos Soublette denunciaron a Francisco Robreño por la obra “Excelentísimo señor”, con la que éste parodiaba a al presidente. En época de Guzmán se realizó un acto en el Teatro Caracas -que en esos tiempos, a pesar de todo, los prestaban a disidentes- conocido con el nombre de “La Delpinada”, en la que se hacía sátira de del presidente, por mampuesto, realizando un homenaje a un poeta de versos bastante cojos y maltrechos de nombre Francisco Delpino y Lamas, quien, como el presidente, se consideraba el más grande del universo. A los estudiantes -¡siempre los estudiantes!- no se les escapó la conexión y realizaron el acto y fueron perseguidos. También cuando Castro (el anterior Castro) se realizó otro acto humorístico, “La Sacrada”. El presidente cerró la universidad y encarceló a los estudiantes y dijo que no abriría la universidad hasta que fueran expulsados, cosa que su digno rector no hizo. Con Gómez, cárcel y tortura en La Rotunda para Leoncio Martínez (Leo), Francisco Pimentel (Job Pim) y Andrés Eloy Blanco (la lista es larga, cito solo a los que fueron humoristas). Con Pérez Jiménez a otro humorista que no puedo nombrar, pero que es papá de un querido amigo, lo metieron esposado (aunque sin esposa ni hijos) en un vuelo de Pan Am, cuyo capitán pidió disculpas en inglés a los pasajeros porque llevaban a bordo un peligroso delincuente que era expulsado del país. En los tiempos de la democracia, también hubo persecución y cierres de publicaciones de humor, amenazas a programas televisivos y presiones sobre críticas hechas desde el humor. La pregunta es la de siempre: ¿por qué se le teme tanto al humor? No cabe duda de que el humorismo es una de las mejores maneras de expresar la disidencia y la crítica a los poderosos. Cuentan que una de las razones que motivó a Guzmán a dejar el poder, fue cuando se dio cuenta de que no podía con el humor. El humorismo es inapelable porque es manifestación pura del ingenio. Sólo puede ser combatido con una manifestación de ingenio superior a la recibida, cosa que -obviamente- le resulta imposible al poder. Cuando éste solo cuenta con la fuerza bruta para aplacar la disidencia, cuando la intolerancia y la arbitrariedad se instalan, todo el mundo es perseguido, pero particularmente los humoristas, porque son los únicos que tienen herramientas para vencer las barreras de la censura. De hecho, el humor cuanto más se le persigue, mayor es su fuerza, cuanto más se le censura mas cosas dice y cuanto más se le acorrala, mas libre es, porque el ingenio no tiene fronteras, límites, ni barreras, no lo frenan los barrotes ni le hieren las balas. El humorismo es el último reducto de la libertad cuando ya se ha perdido en los demás espacios, así que, querido Luis, nuestra lucha apenas comienza. Se ha recordado muchas veces y no está demás volverlo a hacer: Soublette citó a Robreño a su despacho, éste le leyó la obra y Soublette, con una sonrisa le dijo: “joven, vaya y monte su obra que Venezuela no se ha perdido ni se perderá porque el pueblo se ría de su presidente. Venezuela podrá perderse cuando el presidente se ría de su pueblo”. Santa palabra.

13/06/2014
Tomado de LaureanoMarquez.com

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